Nuestra Universidad, la Universidad de Sevilla, es una gran comunidad de
personas, unidas en el desempeño de varias de las tareas más cruciales en
nuestra sociedad: la educación, la generación del conocimiento, la transmisión
de dicho conocimiento, el liderazgo cultural y la innovación. Ser miembro de
esta comunidad supone un orgullo, pero también una gran responsabilidad, pues
somos los herederos de un legado de más de 500 años que generación tras
generación nos ha hecho avanzar, crecer, hasta llegar a ocupar un papel central
y clave en la sociedad actual.
Sin embargo, habitualmente, olvidamos que, además de las tareas anteriormente
mencionadas,
la Universidad tiene otra misión clave: servir como ejemplo de
espacio de libertad en el que se pueda debatir, confrontar ideas, aprender de
aquello que una comunidad de setenta mil personas, de setenta mil voces
diversas, nos puede enseñar. Y por otro lado, la Universidad debe ser un
ejemplo de comportamiento democrático, de transparencia, de gestión eficiente de
los recursos que la sociedad pone a nuestra disposición. La autonomía
universitaria, esa peculiaridad de la que disponemos dentro del conjunto de la
administración pública, supone una gran responsabilidad, ya que deposita en
nuestras propias manos la gestión del inmenso capital humano, material,
intelectual y cultural del que disponemos. Debemos estar también a la altura de
dicha responsabilidad.
Sin embargo, nuestra Universidad viene sufriendo un déficit en varios aspectos
clave que nos han llevado a estar a la cola de diversos ránkings de
transparencia y, lo que es peor, al desánimo de diversos sectores de la
comunidad universitaria. La política institucional desarrollada durante los
últimos años, es obvia y manifiestamente mejorable.
De no producirse un
cambio drástico en nuestro comportamiento democrático, en la propia gestión de
la institución, estaremos dando una imagen ante la sociedad muy alejada de los
valores que realmente debemos transmitir, en un momento, además, en el que
la propia institución en su conjunto está siendo víctima de un intento de
devaluación y desprestigio de su función sin precedentes.
Tras muchos años siguiendo muy de cerca el funcionamiento institucional de
nuestra Universidad, hoy puedo afirmar con total convencimiento, que todos estos
cambios deben tener su origen en un primer paso: devolver a toda la comunidad
universitaria el derecho a votar y elegir directamente entre distintos modelos
de Universidad, entre distintas propuestas de gestión.
Que cada persona, cada
miembro de la comunidad universitaria se vuelva a sentir protagonista en primera
persona y responsable directo en la elección de la Universidad que quiere.
Presento mi candidatura, asumiendo la enorme responsabilidad que supone la
posibilidad de ser Rector de nuestra Universidad, con el objetivo de ser el
catalizador que nos permita asumir y llevar a cabo ese cambio drástico en el
funcionamiento institucional, que nos devuelva de nuevo a los primeros puestos
en responsabilidad y transparencia ante la sociedad, y por qué no decirlo,
devolver la ilusión a una comunidad universitaria que, en su inmensa mayoría, ha
perdido el interés y las ganas de implicarse en la gestión de nuestra
institución, así como en sus procesos democráticos.
Mi candidatura, por tanto, es finalista y tiene un objetivo cero: impulsar el
cambio del sistema de elección del Rector para volver al sufragio universal
ponderado. Y deseo hacerlo dónde y cómo considero que se debe hacer: en el seno
del órgano en el que recae la responsabilidad normativa de nuestra Universidad,
en el Claustro. Por lo tanto, pediré a los miembros del Claustro que depositen
su confianza en mi candidatura, un compromiso firme para apoyar posteriormente
el cambio en nuestro Estatuto. En caso de alcanzarse finalmente este objetivo, y
en el mismo momento en el que fuese legalmente posible, presentaría mi dimisión
como Rector, y se convocarían de forma inmediata unos nuevos comicios por
sufragio universal ponderado. En caso de no conseguir la confianza del Claustro
para cambiar el Estatuto, mi mandato finalizaría a comienzos de 2017, momento en
el que presentaría mi dimisión, coincidiendo con la disolución del Claustro y la
convocatoria de nuevas elecciones, con lo que se harían coincidir las elecciones
a Rector con las elecciones a Claustro, terminando así con el inexplicable e
injustificable desfase entre los mandatos de ambos, que existe en la actualidad.
Por lo tanto, la vocación de esta candidatura es conducir nuestra Universidad
durante un periodo de transición. No obstante, deseo que el espíritu de
renovación, de cambio, de transparencia, de aire fresco en la gestión de la
institución esté muy presente durante dicho periodo. Por ello, me marco como
objetivos adicionales
humanizar la gestión de la Universidad, acercarla a
las personas, a toda la comunidad universitaria,
que la transparencia sea una
realidad y no sólo un portal, romper las inercias negativas y revisar todo
aquello que merezca ser objeto de un cambio o una reflexión, promover el debate,
la libre circulación de ideas y de opiniones, la comunicación real y completa
entre toda la comunidad universitaria, y poner en valor nuestra esencia como
universidad: la docencia, la investigación y la transferencia del conocimiento.
En resumen,
una nueva forma de gestión en la que el protagonista no sea el
equipo de gobierno, sino toda la comunidad universitaria en su conjunto, y no
haya una sola voz que no sea escuchada… y tenida en cuenta.
Todo lo anterior, no se entendería sin otro objetivo transversal y fundamental:
que nuestra Universidad sea también un ejemplo ante la sociedad de la igualdad
de oportunidades, elevar el concepto de Universidad Pública a su máxima
expresión, como institución garante de que todo aquel o aquella que demuestre
mérito y capacidad, tenga la oportunidad de progresar en sus estudios, en su
carrera académica o en su trabajo, con independencia de su estatus económico o
social. Todos somos conscientes de que los estudiantes han sufrido durante los
últimos años recortes en sus derechos sin precedentes lo que ha mermado
seriamente el principio de igualdad que debería estar en el centro mismo de la
acción de una institución pública, como es nuestra Universidad. Por ese motivo,
haré todo lo que esté en mi mano para que ningún estudiante deba abandonar
sus estudios por motivos económicos o de otra índole social, ajenos a su
esfuerzo y su capacidad.
Por último, quiero poner en valor el trabajo de todas las personas que día a día
se dejan la piel con su trabajo en los distintos centros y lugares de trabajo de
la Universidad: PAS y PDI. Si queremos elevar nuestra institución a los más
altos niveles académicos, hay que empezar por dignificar la labor de las
personas que trabajan día a día para que una enorme comunidad de setenta mil
personas funcione, genere conocimiento y lo transmita. No es necesario que nadie
externamente nos exija que la Universidad esté al máximo nivel académico
nacional o internacional, pues ese espíritu está presente en el trabajo de todas
personas que día a día, con gran vocación, desarrollan su trabajo en un aula, en
una oficina, en un laboratorio… Pero esa exigencia no tiene sentido si al mismo
tiempo somos víctimas de recortes en nuestros derechos, y en las condiciones en
las que llevamos a cabo nuestro trabajo. Seré muy firme en la defensa de los
derechos de todas y cada una de las personas que trabajan en nuestra Universidad
ante todas las administraciones competentes, y haré todo lo que esté en mi mano,
dentro de nuestras posibilidades materiales y económicas, para dignificar su
labor.
No sería posible poner en práctica nada de lo que propongo en este programa si
no tuviera detrás a un grupo de personas comprometidas y capaces de ayudarme en
esta ilusionante pero exigente tarea. Personas dispuestas a ponerse al servicio
de todos y cada uno de los miembros de la comunidad universitaria sin reservas.
Un equipo con un amplio conocimiento del funcionamiento de la institución, y
experiencia y participación en sus órganos de gestión y gobierno. Soy consciente
de que, a pesar de la brevedad del mandato, durante el mismo tendría que
afrontar grandes cuestiones como la acreditación de todos los títulos de nuestra
Universidad, y para ello cuento con las personas adecuadas, además de la ayuda
de todo el personal altamente cualificado de la Universidad que, sin duda, harán
posible afrontar con garantías cualquier reto que se nos plantee.
Todo lo anterior, se verá reflejado en las siguientes páginas a través de
medidas muy concretas. Si uno de los propósitos de mi candidatura es humanizar
la gestión de la Universidad y renovarla con un nuevo aire que la haga más
cercana a los problemas de todas las personas que formamos parte de esta gran
familia, este programa quiero que sirva como el primer ejemplo de este nuevo
modelo. Es un programa breve, realista y ajustado a un mandato que tendría una
duración corta. Pero, sobre todo,
es un programa directo, con medidas
concretas y fáciles de entender por cualquiera que tenga interés en leerlas,
aunque no esté familiarizado con la gestión de la Universidad. La
transparencia debe comenzar por la forma como queremos transmitir nuestras ideas
y propuestas a toda la comunidad universitaria.
Para terminar, y dar paso a lo realmente importante, a las propuestas, a las
ideas para mejorar nuestra Universidad, quiero tomar prestado y adaptar un lema
del modelo social de la discapacidad, que resume perfectamente la filosofía de
este programa:
NADA PARA LA UNIVERSIDAD, SIN LA UNIVERSIDAD
Está en vuestra mano.